"Halcón" de Anita González Chiang.
En
el mundo hay grandes pintores que han elegido como temática la flora y
la fauna, esas maravillosas especies que comparten con nosotros este
planeta.
El arte animalista ha existido siempre, pero sólo desde la segunda mitad del siglo XX se ha implementado como un género temático. Primero se destacó el trabajo de grandes ilustradores en ediciones dedicadas a los animales del mundo (el argentino Axel Amuchástegui, por ejemplo) y en la década del 80, estas ilustraciones salieron de los libros y entraron a las galerías de arte, para el beneplácito de los espectadores deseosos de maravillarse con ese arte.
El arte animalista ha existido siempre, pero sólo desde la segunda mitad del siglo XX se ha implementado como un género temático. Primero se destacó el trabajo de grandes ilustradores en ediciones dedicadas a los animales del mundo (el argentino Axel Amuchástegui, por ejemplo) y en la década del 80, estas ilustraciones salieron de los libros y entraron a las galerías de arte, para el beneplácito de los espectadores deseosos de maravillarse con ese arte.
Por Rubén Reveco, licenciado en Artes Plásticas
Obra de Karl Ivan Moricz.
En un mundo cada vez más tecnificado se valoriza de modo especial el
objeto hecho de un modo artesanal. La temática animalista es la que
inspira a muchos pintores y constituye -sin dudas- un regreso
gratificante a las fuentes. Aire puro sobre las intelectualizadas
manifestaciones estéticas de los últimos cien años.
Obra de Oscar Campos
En el siglo XX, amparados en la excusa de la “libre creación”, cada cual competía en excentricidades. Se abandonaba así, el preciosismo que caracterizaba a las expresiones artísticas. Antes, un pintor era una persona capaz de poner de manifiesto ante los ojos atónitos del espectador una capacidad casi sobrenatural de transmutar materia inerte (pigmentos, arcilla, mármol, grafito, etc) en objetos bellos. Desplegando ante los demás mortales todas las cualidades y dones que Dios, la naturaleza y el trabajo le habían dado. Sus obras despertaban por partes iguales la admiración de expertos y legos.
Pero todo esto terminó abruptamente. El artista se divorció del
público y este último optó por decir simplemente “no entiendo”. El
divorcio ha durado un siglo y cuando el experimento del arte moderno
parece estar agotado, ciertos artistas -pintores, en especial- han
retomado el camino más difícil; el que transitaron siempre los artistas
de antaño: parir obras con esfuerzo, sudor y lágrimas.
Anita González Chiang junto al gran pintor argentino Axel Amuchástegui.
Este reencuentro en gran parte se ha dado por un cambio de actitud
del hombre hacia el medio que lo rodea. Ahogado por el humo de la
industria que el mismo creó y de espaldas al entorno natural, insinúa un
cambio de actitud y el arte se hace portavoz de este sentir. El arte
animalista es el mejor ejemplo.
En la Argentina hay excelentes exponentes de esta corriente temática que pretenden representar animales, a veces, en peligro
de extinción, y otros -sacralizando el acto de pintar- se han propuesto
recuperar ciertos valores estéticos como la belleza, por ejemplo. Y si
bien es una cruzada asumida por una minoría ya que requiere mucho
talento y paciencia, el espectador está maravillado pues reconoce en la
labor de estos artistas algo maravilloso y único.
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