martes, 11 de junio de 2019

10 consejos para pintores principiantes

"El pintor en su estudio" (1629) Rembrandt


Nota de la Redacción

He querido reunir en una sola entrega lo que hace unos años publiqué en este mismo blog en 10 capítulos por separado. De esta forma, el acceso a sus contenidos es más fácil. Espero que sea de utilidad.

Primero que nada tengo que decirte que estás por realizar una de las actividades más misteriosas y antiguas de la historia. Mucho antes de que los seres humanos empezaran a pintar o esculpir habían utilizado el fuego, pero el fuego era algo que ya existía. Habían utilizado las vestimentas para protegerse del frío, las mismas que cubrían los cuerpos de los animales. Habían aprendido a navegar, seguramente agarrado de un tronco que flotaba a la deriva. Pero nunca habían hecho lo que nosotros llamamos arte, porque dibujar o pintar era algo sin precedentes. 

Por Rubén Reveco, licenciado en Artes Plásticas


Ilustración de Arturo Asensio 

1) ¿Seguro que quieres ser pintor?

Cuando hoy vamos a la librería y compramos carbonilla (unas inocentes ramitas de sauce) estamos por repetir un proceso originado hace miles de años. Porque al trazar una raya sobre una superficie estamos repitiendo lo que hicieron nuestros antepasados prehistóricos, cuando de un resto de una fogata tomaron una rama con su punta carbonizada y la usaron para hacer un trazo sobre la pared de su caverna: Habían inventado las artes plásticas.
Es decir, trabajaron con materia inerte pero con características de plasticidad. El barro, la piedra, las tierras de colores se podían modelar, alterar y transformar no sólo en objetos utilitarios (herramientas  y vasijas, por ejemplo) sino en objetos artísticos. Como un bisonte en la pared. Eso sí, no era un bisonte de verdad, era una representación. Estaba ahí, en la pared, no se movía, no era peligroso, pero existía. 

sábado, 8 de junio de 2019

Salvator Mundi salvó a un par de vivos


El mercader Robert Simon posee una mirada excepcional para los maestros antiguos. En 2005, junto con su colega Alexander Parish, compró por 10.000 dólares (8.900 euros) una maltrecha tabla de nogal en una casa de subastas de Nueva Orleans (EE UU). Un Cristo Salvador; un Salvator Mundi.

Tras seis años de trabajo y restauraciones, atribuyeron la obra (pese a las dudas que aún mantienen algunos académicos) a Leonardo da Vinci. El príncipe saudí Badr Ben Abdallah pagó 450 millones por la pintura en 2017. Se convirtió en la obra más cara de la historia y la cifra estalló en un mercado acostumbrado al silencio y a lo pequeño. El año pasado las ventas de estos maestros, según un trabajo de UBS y Art Basel, fueron de 905 millones de dólares. Solo representa el 6% del mercado. Un lugar reducido pero que está cambiando. “Quizá no se puede hablar de un boom, pero sí existe un rejuvenecimiento”, admite Robert Simon. Llegan coleccionistas jóvenes procedentes del arte contemporáneo. Clientes que además de pinturas quieren esculturas y dibujos. Buscan, por ejemplo, pintores caravaggistas, arte colonial español, imágenes relacionadas con el Antiguo Testamento. “No es un coleccionismo para todo el mundo. Requiere formarse. Pero quien se involucra se siente generosamente recompensado”, defiende el marchante. En silencio, lo atestigua una antigua tabla pintada allá por 1500.

FUENTE: Diario El País

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