Cuando el arte era un oficio imprescindible, el artista, el orfebre y el artesano siempre trabajaron en la construcción, diseño interior o decoración de su propio hábitat: Nunca les faltó trabajo.
Por Rubén Reveco - Licenciado en Artes Plásticas
Si hay un ejemplo que explica de un modo claro la pérdida de fuentes laborales en el mundo del arte, es la tumba en el campo santo. La última morada para la clase adinerada debía ser un lugar digno del prestigio alcanzado en vida.
Hasta mediados del siglo XX, la escultura y la arquitectura fueron fundamentales en la construcción de panteones y tumbas. La tradición de crear mausoleos con hermosos conjuntos escultóricos y decorados al mejor estilo clásico había generado toda una ingeniería en torno a la cultura relacionada con la muerte: Arquitectos, escultores, decoradores, yeseros y obreros, en general, vivían bastante bien gracias al negocio relacionado con el arte sepulcral.
Esto comenzó a cambiar durante la Segunda Guerra Mundial cuando los soldados muertos eran enterrados en parques identificados sólo con una pequeña lápida o cruz. Desde entonces, el concepto de cementerio tradicional se fue modificando, imponiéndose la idea funcional: todos son iguales ante la muerte (pero en un cementerio privado).
Fue así como los artistas y artesanos perdieron miles de puestos de trabajo y nada indica que los vayan a recuperar.
Esto comenzó a cambiar durante la Segunda Guerra Mundial cuando los soldados muertos eran enterrados en parques identificados sólo con una pequeña lápida o cruz. Desde entonces, el concepto de cementerio tradicional se fue modificando, imponiéndose la idea funcional: todos son iguales ante la muerte (pero en un cementerio privado).
Fue así como los artistas y artesanos perdieron miles de puestos de trabajo y nada indica que los vayan a recuperar.