"El nacimiento de Venus" de Sandro Botticelli (detalle).
Científicos descubren que la misma zona del cerebro se activa en todos los seres humanos ante una experiencia estética, pero a cada uno le motiva algo diferente.
La belleza y la ciencia
El
debate sobre qué identificamos como bello puede ser interminable. Por
un lado, hay ciertos rasgos estéticos, especialmente en el arte, que
consideramos universalmente bellos, pero también es bien sabido que la
hermosura está en los ojos de quien mira. El dicho popular tiene
razón... pero solo en parte. Una nueva investigación científica ha
descubierto que la misma área del cerebro se activa en todos y cada uno
de nosotros cuando nos conmueve la belleza, -por ejemplo, cuando
admiramos un cuadro-, pero esta zona cerebral está al mismo tiempo
relacionada con nuestro intereses personales, lo que puede explicar que
las imágenes que nos motivan varíen según los individuos. La
investigación, realizada por investigadores de la Universidad de Nueva
York, aparece publicada en la revista Frontiers in Human Neuroscience y
se puede descargar aquí.
Los
investigadores presentaron ante un grupo de voluntarios, con diferentes
edades y entre los que se incluían inexpertos en arte a personas con
estudios de historia del arte, 109 imágenes de obras procedentes de una
variedad de tradiciones culturales (americana, europea, india y
japonesa) y de varios periodos históricos (desde el siglo XV hasta el
pasado reciente). Las imágenes eran figurativas y abstractas, e incluían
varias clasificaciones (por ejemplo, la figura femenina, masculina, un
grupo mixto, naturalezas muertas, paisajes u obras abstractas). Con el
fin de reducir al mínimo el reconocimiento, lo que podría dar respuestas
sobre la base de la notoriedad del cuadro, no se utilizaron obras muy
conocidas. De hecho, la mayoría no reconoció ninguna imagen.
Los
sujetos evaluaron cada obra de arte en una escala de 1 (más bajo) a 4
(más alta) según les producía alguna emoción. Durante este período, los
investigadores midieron la actividad neurológica de los sujetos
utilizando imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI). Después,
los sujetos del estudio completaron un cuestionario de nueve puntos en
el que calificaban cada obra según les había proporcionado alegría,
placer, tristeza, confusión, temor, miedo, asco, belleza o lo sublime.
Las valoraciones subjetivas mostraron un acuerdo muy bajo entre los
voluntarios. Cada uno tenía sus propias impresiones.
Sin
embargo, las lecturas de la actividad del cerebro mostraron que las
mismas regiones sensoriales del cerebro (occipito-temporal) respondieron
sin importar la «nota» que los sujetos habían dado a la pintura. Pero
en las obras que recibieron un 4 -lo que indica que la pieza realmente
impresionó al individuo- la resonancia magnética demostró un proceso
neurológico adicional. Mientras que los sujetos variaron en qué pinturas
merecían la mayor nota, todas las obras mejor calificadas provocaron en
el sujeto un aumento significativo de la actividad en una red
específica de las regiones frontales y subcorticales, regiones que se
activan «cuando pensamos en asuntos de interés personal, como nuestros
rasgos de personalidad o ensueños, o cuando contemplamos nuestro
futuro», explican los investigadores. Para ellos, esto puede explicar
por qué cada uno de nosotros siente la belleza de forma diferente.
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