La sirena más famosa de todos los tiempos corresponde a una representación de John William Waterhouse.
El ulular de una sirena de un coche
de bomberos no es un sonido agradable. No es el presagio sino el
anuncio de problemas o de una desgracia en desarrollo. El canto de
sirenas, en cambio, es muy bello, pero también está lleno de desgracias.
Una mujer sirena es igual a una mujer de cuidado. Muchas veces lo que
parece bueno, no lo es. Y la belleza de sus cuerpos y lo dulce de sus
melodías (aunque les gusten) son la certeza que algo malo está por
ocurrir. Si en la playa se cruzan con una de ellas, tengan mucho
cuidado.
Las pueden ver peinándose el cabello, como distraídas...
"Suenan como pajaritos tristes"
Lus es muy inteligente, pero todavía es un pequeñín muy atado a las túnicas azafranadas de su mamá. Es muy curioso, pero hay cosas de las que no me atrevo a hablar con él.
Más
que nada, porque estando en la Isla y siendo la Isla de las Sirenas
parte de este archipiélago, me da cosa que el gurí se asuste y ya no me
visite, y ¡la pucha que es dura la soledad del islero!
o jugando en la arena.
A
la tardecita se las escucha. Lejos. Suenan como pajaritos tristes. Se
acompañan con una acordeona o con una caja chayera. El viejo Froilán,
que es pescador desde el tiempo de la Unión Democrática, me contó que
son hijas del finado Aqueloo y de la Emilce Calíope o de su hermana
Tersícore. Pero también me dijo que Aqueloo tenía unas guampas
ponderables y que el padre era en realidad un tal Forcis, un melenudo
medio cuatrero que anduvo escondiéndose entre los pescadores en la
década del 70, huyendo de no sé qué pasado militante o de la colimba,
algún embrollo de milicos era. Los pescadores dicen que Aqueloo y Forcis
tuvieron una pelea y terminaron ahogándose en un laguna, pero no me
consta. Según Froilán, esos dos eran encarnaciones del río. Pero Froilán
está medio amnésico y bastante colifa, así que me permito poner en duda
todos sus dichos.
O esperando la llegada de algún barco con marinos deseosos de escuchar sus bellas canciones.
Yo
las veo con relativa frecuencia. Son vecinas y, siendo una persona
mayor, ya no me buscan como presa para sus encantos. Cantan bien, pero
para ser absolutamente franco, son bastante fuleras.
Por
empezar, tienen patas de gallo. De cara no están tan mal, pero tienen
plumas por todo el cuerpo. Son medio pájaros. Y yo ya me acostumbré a la
depilación definitiva, así que tanta pluma, tanta pluma, me da un poco
de impresión.
Son buenas madres, nadie lo pone en duda. Pueden adoptar a un bebe humano y cuidarlo entre todas con especial cariño.
Froilán
dice que antes volaban y que en un concurso de talento, apostaron las
plumas a que nadie las iba a superar como cantoras. Pero vinieron las
Musas, las vencieron, y les sacaron las mejores para adornar sus
coronas.
Así
que ahí están ahora. Vivirán a dos leguas de acá. Están siempre en la
puerta de un rancho hecho hilachas a la orilla de un riacho del Puntazo,
sentadas, tomando mate y cantando vidalitas al lado de una parva de
huesos.
En el atardecer se instalan sobre alguna roca a mirar la puesta de sol. Son románticas.
Porque
las señoras estas tienen una maña. Cuando un mozo se arrima pa’
escucharlas cantar, le saltan encima y se lo comen. Tal cual la viuda
negra o la mantis religiosa, bichos malagradecidos que suelen comerse a
sus legítimos consortes. ¿Usted oyó hablar de públicos difíciles? Bueno,
vaya viendo nomás lo que son estas artistas.
Me
dan ganas de contarles la historia de Ulises y las sirenas, pero mejor,
miren la película. Si no está filmada, ya la van a filmar.
Pero donde mejor se sientes es en el agua. Sus esclavos las agasajan de lo lindo y ellas exhiben sus curvas provocadoras.
Tampoco parece que hayan sentido predilección por la carne humana.
En
el año 558, en Irlanda del Norte, capturaron a una sirena. Al parecer,
una muchacha había caído en un lago trescientos años antes. Después de
habitar las aguas, se convirtió en sirena y fue entonces cuando un grupo
de pescadores la atrapó con una red. La llamaron “Murgen” que quiere decir “nacida del mar”. La pusieron en una pecera enorme y la bautizaron.
Al morir, los irlandeses comenzaron a llamarla Santa Murgen y a agradecerle milagros que la sirena santa, al parecer, realizaba.
En
el 1403, en Holanda, las mujeres del pueblo de Edam encontraron una
sirena y acudieron en su ayuda. Restañaron sus heridas, le dieron queso
ídem para que repusiera energías y la llevaron a la ciudad para que el
resto del pueblo la conociera. La sirena vivió 15 años entre la gente,
pero nunca aprendió a hablar.
También juegan, porque no se olvidan de que algunas vez -antes de ser medio pez- fueron medio aves.
Según
testimonian sabios medievales, la Iglesia de Roma dictaminó que las
sirenas, las griegas y las otras, no tienen un alma inmortal.
Es
precisamente por eso que siempre tratan de relacionarse con santos o
religiosos, porque tienen la esperanza de que la cercanía de gente
espiritual les permitirá eventualmente agenciarse un alma para su propio
goce.
A las gentes sencillas del norte de Europa esta falta de alma no les preocupó mayormente.
Por
ello, en aquel tiempo se sentían muy orgullosos de tener a alguna
sirena entre sus antepasados. Yo mismo guardo un viejo pergamino que
prueba que tengo una bisabuela submarina. Lo hicieron en el mismo lugar
donde conseguí un pasaporte de la Unión Europea.
Son madres amorosas (ya lo digimos). Eso sí, de los padres nada se sabe.
Uno
de mis primeros amores fue una sirena que trataba de ocultar su
identidad mitológica, tal como la Sirenita de Hans Christian Disney, y
pude convivir con ella algunos años, hasta el fatídico día en que
propuse pasar un fin de semana en Villa Gesell.
Fue
llegar a la costa y comenzar a percibir los gestos de su perturbación,
el temblor de su cuerpo helado que parecía desprenderse de mi abrazo,
su mirada que me rehuía para perderse en la lejanía… Mi último recuerdo
es un beso largo y salobre que me dio en la playa, poco antes de correr
hacia el mar y perderse entre las olas.
Sin duda, el llamado del mar es más fuerte que el poder del amor.
Aunque siempre vuelven y cometen el mismo error.
Cuando
la sudestada arrecia y el Paraná picado adquiere el temperamento de un
Océano, me da por recordar esos últimos momentos, el viento frío cargado
de conchillas, la imagen de su aleta caudal -que juro no haber notado
nunca antes- agitando el agua entre relámpagos de espuma, y esta
desdicha profunda y persistente.
Pensé que nunca iba a poder volver a la playa, pero aquí estoy. Todas las mañana salgo a recorrer el espinel.
Mi
sirena no volvió. Las sirenas siempre olvidan el camino de regreso, y
como no soy ni tan valiente ni tan joven, he tenido que conformarme con
mujeres humanas, a las que muy a menudo ni siquiera les gusta el
pescado.
Texto de Lus Gracya
Muy distinta es la sirena del relato de Hans Christian Andersen La
Sirenita, capaz de entender y hablar la lengua de los hombres, un
personaje tierno y enamoradizo que salva a un apuesto príncipe de
naufragar.
La joven sirena se enamora y hace un
pacto con la bruja del mar: La hechicera la transformará en humana, pero
si el príncipe se casa con otra, morirá. Además, como pago, la bruja le
corta la lengua y así se queda con su bella voz. El príncipe, tras un
brevísimo idilio, se casa con una joven de sangre noble, y las hermanas
de la sirena le ofrecen un cuchillo mágico que le devolverá la cola si
mata con él al príncipe. Pero el amor de la sirenita es tan grande que
prefiere transformarse en espuma que matar al joven. Por su bondad, será
recompensada con un alma inmortal, algo que ninguna sirena poseía segun
Andersen.
Ver también
Obra de Olivia de Berardinis.
Y CÓMO SE REPRODUCEN?
ResponderEliminarSOY MARÍA ANYONIA MORELLO, dice anónimo pero soy yo.
ResponderEliminarEs algo que la ciencia todavía no resuelve.
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