martes, 30 de septiembre de 2014

Lecturas de la infancia

 

Esperar ansioso el día en que apareciera la revista. Correr al kiosco a comprarla. Regresar a casa triste porque no había llegado el camión que la distribuía. Volver dos horas más tarde.


 Por Rubén Reveco, licenciado en Artes Plásticas

Verla de lejos exhibida entre muchas otras por reconocer su portada y diseño. Tenerla entre las manos y sentir el olor a papel nuevo. Volver a casa emocionado, hojeándola página por página. Descubrir cómo seguían las historietas y relatos que durante una semana habían quedado en suspenso. Encontrarse con un nuevo capítulo de tu héroe y detenerse a mitad de cuadra para leer cómo se las había arreglaba para zafar de los tantos problemas que tenían los hombres y las mujeres en la Prehistoria, por ejemplo.
Eso, y más, significaron para muchos la lectura de revistas infantiles. Los tiempos han cambiado y no quiero decir que para bien o para mal. Pero el privilegio de sentir que tu corazón latía con más fuerza cuando te reencontrabas con tu amada revista coleccionable sigue siendo entre lo mejorcito de mi inocente infancia de niño pueblerino y fantasía intergaláctica.


1 comentario:

  1. Carlos A. Morales25 de junio de 2016, 7:08

    ¡Qué hermosa imagen! Me gustaría que las vivencias de una lejana niñez, el placer de la lectura como parte de un mundo en donde estaban muy presentes tanto las obligaciones como el aspecto lúdico, en alguna manera esté presente en la niñez de hoy, más allá de los dispositivos con los que se accede a la lectura.

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