Carlos Andrés
Isola es de Neuquén, Argentina, si bien nació en Capital Federal, en 1951, creció
en la ciudad de Zapala, ubicada en el centro de la provincia de Neuquén,
norte de la Patagonia. Comenzó su carrera trabajando en el
departamento de arte de publicidad en la localidad, continuó en Brasil,
Capital Federal y en Tucumán. Trabajó posteriormente en la ilustración
editorial en medios regionales y actualmente para Caras y Caretas y la
revista de cultura “Nómada” de la Universidad de San Martín.
“Me gusta mucho
la obra de “Caravaggio” porque dejó de lado el manierismo para
acercarse más a la “fea belleza” de lo auténtico, por decirlo de alguna
manera. El mío podría clasificarse, si es que hiciere falta, como
"claroscuro". Si bien mis obras tienen una base oscura, busco la
claridad en los pequeños detalles en donde se posa la luz unos
instantes” , señaló el artista, que también se destacó como ilustrador
de los diarios Ámbito Financiero, La Mañana del Sur y Río Negro.
En una
entrevista exclusiva para este blog, desentraña los misterios
de la creación artística, siempre ligada al pueblo que lo vio crecer y
que hoy defiende a través de su obra.
-Primero conocí su trabajo de ilustrador. ¿En qué momento "aparece" el pintor y por qué?
Creo que "el
pintor" está siempre atrás de quien por fin se manifiesta como pintor.
En mi caso, que comencé como ilustrador publicitario, como todos, no
tuvimos otra camino más que aprender de los grandes maestros de la
pintura (realista por cierto). La composición, el equilibrio de colores,
la simbología, el sentido de la belleza, etc., están presentes aún en
un aviso de yogur, de automóviles o de lencería y ese mismo lenguaje es
el que se enseña en las escuelas de cine. De todos modos, el pintor
propiamente dicho, se manifestó en mí de modo sistemático hace unos
nueve años en un momento de necesidad en el que comencé a pintar un
paisaje neuquino sobre una bandeja artesanal que desató esa especie de
compulsión hacia la pintura. Hoy, por razones de trabajo en el área de
Comunicación de la Municipalidad de Zapala tengo poco tiempo, sin
embargo es permanente aquella necesidad.
Huarpes jugando.
-El tema "huarpe y mapuche" es muy importante en su obra. Qué le interesa de esas culturas, particularmente.
En realidad, en
casa, gracias a mis padres, siempre estuvo presente, en cuanto a la
territorialidad se refiere, que por lo único que vale la pena pelear con
sus «más y sus menos», es por la integración, por la convivencia y la
justicia. Hoy, aquella premisa de que «yo llegué primero» está en crisis
y no resiste el menor análisis porque si así no fuere, deberíamos
devolverle las tierras que 3000 años ac. los acadios le arrebataron a
los sumerios en la Mesopotamia. Sin ir tan lejos, actualmente hay una
irracional disputa territorial entre palestinos e israelíes que se cobra
vidas inocentes a diario y que todo indica que se resolverá únicamente
con la convivencia.
La avanzada de
Roca sobre los pueblos originarios nos deja en el medio de una tormenta a
quienes de un color u otro estamos luchando por la integración y sobre
todo contra quienes, también de un lado u otro, buscan réditos
económicos o políticos.
Yo no soy un
especialista ni mucho menos y con «Huarpes» no pretendí nada más que
ofrecer una mirada sobre un Neuquén precolombino desde donde se tienen
pocas noticias de la existencia de los araucanos o huiliches y menos aún
de los mapuches (de hecho, aprendí en la escuela zapalina que,
«mapuche» era un idioma más que un pueblo). Los huarpes, un
desprendimiento del imperio inca, parecen haber llegado a este
territorio hace muchísimo tiempo según lo atestiguan hallazgos de más de
2000 años como «pehuenches» y que fueron, en medio de cruentas luchas,
«integrados» a los huiliches en la historia reciente. El mensaje,
demasiado ambicioso admito, de «Huarpes», pretendió ser: «¡Ojo! todos
tenemos responsabilidad en bregar por la comprensión, el respeto mutuo y
la integración para garantizar una convivencia solidaria y en paz».
-Tiene una paleta oscura (¿barroca?). A qué obedece esta preferencia?
A decir verdad
no hubo influencia alguna, al menos consciente. La incidencia de la luz
siempre tuvo sobre mi una atracción irresistible que tuve que resignar
en mis épocas de ilustrador publicitario. Está instalado en ese ámbito
el concepto falaz de que todo es lindo y bueno bajo la luz omnipresente,
¡como si el amor no tuviere su mejor espacio en la calidez de la
penumbra, por ejemplo!
Comencé a
admirar a ese maestro del «tenebrismo» que fue Michelángelo Merisi: el
Caravaggio, quien enfrentó al manierismo viendo que la luz se agiganta y
revaloriza en la tiniebla y que las sombras dibujan los cuerpos en
lugar de ocultarlos. Cada una de sus obras es una cátedra.
-¿Cómo es hacer arte desde Zapala? ¿Le ayuda Internet a estar conectado con el resto del mundo?
Tengo la
impresión que hoy, merced a las comunicaciones, sobre todo a internet,
las dificultades para hacer arte no son significativas. Se pueden
visitar los museos virtuales y disfrutar de obras inspiradoras casi con
la sensación de presencia. La posibilidad de contar con el MNBA sede
Neuquén es también invalorable. Además uno dispone casi sin
restricciones de cursos y técnicas en la pantalla de su computadora.
Hay en Zapala
un movimiento «plástico» interesante con los «tradicionales» y jóvenes
que consiguen su lugar no obstante falte un ámbito que nos convoque
aunque hay desde esta gestión espacios para mostrar las obras. Por otro
lado, los obstáculos para la Circulación de la obra son los mismos aquí
que en una gran urbe. En definitiva, tenemos en Zapala una restricción
pero que es común a cualquier parte del mundo: desoír a la vocación y
nada más.
-¿Por qué arte realista? ¿Cómo explica la permanencia de este estilo y su permanente reinvención?
A fuerza de ser
sincero, a falta de otras cosas, el poder de observación, cierto
dominio motriz, el sentido de la proporción que alguno trae cuando lo
paren, facilita reflejar la realidad en un papel. Recibe estímulo a
partir de eso y no concibe el arte plástico de otro modo. Eso es bueno y
también es malo. Se empeña en perfeccionar ese realismo, apuesta todo a
ello y a veces descuida la creación, más allá de que cada uno deja su
impronta en cada obra figurativa y la hace única.
Personalmente,
pienso que los diferentes movimientos modernos me sacudieron y me
golpearon. Cuestionaron lo que yo había estudiado y me había empecinado
en hacer y perfeccionar. Son provocativos. Seductores. ¡Y enhorabuena
que así sean! Obliga al realismo a redoblar la apuesta con nuevas
búsquedas. A inventar "dioses, dragones, sirenas, gárgolas, santos y
alienígenas" para este nuevo tiempo.
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