Bastante se ha
escrito sobre el gran dibujante e ilustrador español. No es mucho más lo
que yo pueda agregar. Sin embargo, hay un aspecto poco mencionado que
ha sido central en el éxito de Royo: la creación de bellos e inocentes
rostros mezclado con feos demonios derrochando libido por doquier.
Royo es uno de
esos artistas que por más de 25 años se ha instalado en el imaginario
colectivo. Uno recuerda sus ilustraciones pero nunca termina de
“hincarle el diente”. Ya es el momento...
Por Rubén Reveco, licenciado en Artes Plásticas
A mí me gustan los rostros que dibuja. Me recuerdan a Sandro Botticelli y el de los prerrafaelistas (Burne Jones, en especial) en ese afán de crear rasgos distintivos.
Luis Royo sabe como armar a su chica ideal y desde ahí cimentar su éxito como artista: pelo largo, prolijamente descuidado, ojos grandes y claros, mentón redondo y labios gruesos (ésto último es muy importante). Nunca genera grandes contrastes y sus rostros luminosos son angelicales e inocentes.
El
resto no me interesa. No sé qué pasaría si sacáramos ese estereotipo.
Tal vez no tendría el mismo éxito. Porque Royo ha logrado imponer una
imagen que vende, que es delicada, erótica y sensual a la vez.
Si es por paisaje futurista o fantástico me quedo con Moebius. Si es por erotismo me quedo con Manara y si es por violencia me quedo con Simón Bisley. De Luis Royo me gustan sus chicas. Labios pulposos que nunca se abren, ojos entrecerrados que siempre te miran. Belleza que golpea con su supuesta inocencia. Supuesta, ya que de inocentes no tienen nada.
Si es por paisaje futurista o fantástico me quedo con Moebius. Si es por erotismo me quedo con Manara y si es por violencia me quedo con Simón Bisley. De Luis Royo me gustan sus chicas. Labios pulposos que nunca se abren, ojos entrecerrados que siempre te miran. Belleza que golpea con su supuesta inocencia. Supuesta, ya que de inocentes no tienen nada.
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