viernes, 11 de julio de 2014

El oso en el arte y su relación con el hombre

El oso amenaza desde las sombras a esta mujer prehistórica que está dispuesta a luchas por sus hijos. Pintura de Leon Maxime Faivre, 1888.


Quizá la primera y más popular pintura sobre la temática prehistórica realizada por Emmanuel Benner (1836-1896)


El hombre como especie se ha enfrentado a lo largo de su existencia con diferentes fieras que le han disputado  los espacios territoriales, su hábitat y las fuentes de alimentos. A los felinos y caninos tuvo que agregar al oso: gigante, feróz, gruñon y peligroso. 
El arte ha interpretado esta relación de diferentes maneras, como diferente ha sido la relación que el hombre ha tenido con esta bestia: contradictoria.



Relaciones entre humanos y osos


La historia de los seres humanos y los osos, sin duda, no siempre ha sido amistosa. Si bien existen algunos tipos muy tímidos de osos, algunas especies son muy agresivas. Esos son los que, a menudo, están involucrados en los ataques a humanos. A muchas personas en la sociedad no les agradan los osos, pues tienen esta imagen de ellos, como animales malignos a los que debemos temer.

Entre los tipos más agresivos de osos están los osos polares, osos labiados, el oso pardo y el oso Negro. No se puede negar que los osos son animales fuertes y poderosos, son rápidos y tienen garras afiladas. Sin embargo, la mayoría de ellos sólo están haciendo lo que pueden para sobrevivir. Si son sorprendidos en la naturaleza o con sus cachorros, entonces serán más propensos a los ataques.





No hay absolutamente nada de cierto en los rumores de que los osos atacan a los humanos para alimentarse, los osos que se sabe que, en realidad consumen a los seres humanos que atacan, son los osos polares. Muchas personas logran sobrevivir a un ataque de otros osos, una vez que el oso siente que ya no está amenazado se irá.
Los seres humanos siguen invadiendo las tierras que fueron una vez de estos osos, el deseo de vivir cerca de la naturaleza debe significar que asumen los riesgos de toparse con osos y otros animales.

Desafortunadamente la mayoría de los seres humanos prefieren ver a los osos destruidos, los ganaderos tienen una lucha constante con los osos pues las vacas y otros animales que crían pueden convertirse fácilmente en una comida de un oso. Cuando otras fuentes de alimentos son escasas esto agudizará aún más el problema.





Muchos cazadores de todo el mundo disfrutan el reto de matar un oso. Son seducidos aún más, por los etiquetados como peligrosos, añadiéndole más emoción a su aventura. Incluso en áreas donde los osos están protegidos, la caza ilegal sigue siendo un gran problema. Hacer dinero con la piel de los osos es otra razón por la que se los mata.
La gente del Ártico, viven en la misma ubicación que los osos polares, los inuit, yupik, Chukchi, Nenets, Pomors rusos y otros, utilizan casi todas las partes de los animales capturados para su supervivencia. Este gran oso, sin duda, les ofrece comida suficiente para una familia durante un tiempo largo, la grasa sirve de combustible y la piel como prenda de vestir.

A veces, los osos se matan para su uso cultural, por ejemplo, los chinos usan partes del cuerpo para varios tipos de medicamentos. No todo el mundo que busca a los osos, sin embargo, es para matarlos, en su lugar, a menudo, matan a la madre para llevarse a su descendencia. Los jóvenes pueden ser vendidos ilegalmente como mascotas, o incluso a formar parte de actos de circo.






Hay también muchos seres humanos maravillosos, con deseo sincero de ayudar a los osos vivir una vida plena. Son conscientes de que algunas de las especies están en peligro de extinción, siguen educando a la gente acerca de los osos, y ayudando a aprobar leyes para preservar la tierra donde viven. Este tipo de esfuerzos puede ser lento y hace que sea difícil obtener el nivel de protección que los osos necesitan.








Thorgal






El Oso Yogi

El Oso Yogi, en español se pronuncia Oso Yogui, es un personaje ficticio de dibujos animados. Es un oso antropomorfo y parlante, creado por los estudios de animación de Hanna-Barbera y los episodios de sus aventuras comenzaron a emitirse en 1958 por las cadenas de televisión estadounidenses sindicadas. Sus aventuras se emitíeron dentro del programa infantil El Show de Huckleberry Hound conjuntamente con los episodíos de Huckleberry Hound y Pixie, Dixie y el gato Jinks. Sin embargo la popularidad de Yogi, fue tal, que abandonó El Show de Huckleberry Hound y pasó a protagonizar el suyo propio.
Su proyección fue internacional, emitiendose en casi todo el planeta y llegando más allá que el resto de sus compañeros. Su popularidad siguió creciendo apareciendo en películas, especiales televisivos, álbumes de historietas y creándose nuevas series en las que como protagonista agrupaba en torno a él al resto de personajes de Hanna-Barbera. En España, llenó muchas horas de televisión, integrándose en el programa Un globo, dos globos, tres globos (1974), tras la emisión del primer Barrio Sésamo (1976), La Mansión de los Plaff (1978) y resistiéndose a desaparecer tras la segunda temporada de Barrio Sésamo (1979-1980). Desde 2001 los derechos de marca de dicho personaje pasaron a ser propiedad de Cartoon Network Studios.



Personajes



Yogi: es un oso pardo, de pelaje castaño, tocada su cabeza con un sombrero Stetson de color verde. Viste un cuello de camisa de color blanco y una elegante corbata del mismo color que su sombrero ceñida con menudo nudo. Cuando anda suenan tambores. Suele hablar en pareado, y le gusta exclamar"!Ey, Ey, Ey, Ey, Ey¡", disfruta de un excelente humor y una confianza en sí mismo a prueba de bombas. Cuando decide algo, no hay nada que hacer, es un caso perdido de antemano. Otra cosa que le define es su pasión por las personas y su comida. Adora a los turistas y sus manjares. Y si en Jellystone hay turistas y no ha podido robarle la cesta a alguno, ha perdido el día. Tanta es su pasión, que cuando la comida escasea, le llega la nostalgía, entonces le vienen los deseos de escapar de Jellystone y viajar a la ciudad de los hombres, andar entre ellos y comer sus viandas. Por fortuna para Yogi, tiene un compañero fiel que siempre está a su lado, y cuando Yogi se ciega, le ayuda en todo para que no salga lastimado. Este es BuBu.

BuBu: Boo-Boo en inglés, es un oso que vive con Yogi en Jellystone. Es de color pardo claro, luce pajarita azul oscuro, y luce un flequillo despeinado.Bubú es tranquilo y prudente y siempre sigue de cerca a Yogi, preocupado por lo que va a hacer advirtiéndole de que puede metérsele en algún lio o problema. La relación de Yogi con Bubú puede ser comparada con la relación de Don Quijote y Sancho Panza, al ser dos buenos amigos, aventurescos y curiosos, además de que comparten la característica de un líder y un seguidor. Es común escuchar la frase "¡Hey BuBu!", dicha por Yogi cuando quiere hablarle a su amigo.

El Guardabosques John Francis Smith: es el Guardabosques del Parque de Jellystone también es un oso pardo, y se ha convertido en la némesis de Yogi. Es un hombre flaco y enérgico vestido con el uniforme verde oliva y con un sombrero de ala ancha típico de los Guardabosques de EE.UU. Se sulfura con facilidad, y que en ocasiones queda agotado de tantas contrariedades como le trae Yogi. Y no es que a él le guste incordiar, tan sólo espera que en el Parque reine la paz y el orden, que los turistas disfruten y los animales permanezcan en su lugar.

Cindy: Considerada la novia de Yogi. Esta es una osezna de color gris. Es coqueta y de maneras refinadas. Suele llevar una sombrilla con la que jueguetea timorata. Luce flequillo plano sobre la frente y una margarita adorna su pelo. Sus ojos coquetos con resaltan largas pestañas. Pañuelo amarillo anudado al cuello y tan solo viste una falda corta de volantes azul.
La novia de Yogi, Cindy, apareció pocas veces en la primera serie de Yogi. Pero poco a poco fue convirtiéndose en un personaje más habitual. Al principio desaprobando las acciones cometidas por el oso. Aunque en diversas de las ocasiones se puede ver a estos dos personajes en actitud cariñosa, al final de la serie fue considerada una osezna parda.


El oso de peluche sigue siendo el primer juguete más preferido de los humanos. Quizá por la ternura que despiertan estos animales cuando son bebés.



Potrillo huérfano es adoptado por un oso de peluche


Lo encontraron vagando por una colina. Su madre lo había abandonado horas después de haberlo parido.
Un pequeño potrillo que fue abandonado por su madre encontró consuelo en un oso de peluche que adoptó como propio. 

Cuando fue rescatado por un grupo de expertos en caballos ya se había desplomado, estaba en shock y deshidratado. Ellos se encargaron de curarlo y pronto se dieron cuenta que estaba deprimido porque le faltaba su madre a la hora de dormir, ya que no tenía dónde acurrucarse, una práctica muy común en los potrillos.

Por ese motivo le dieron un oso de peluche, que el animal adoptó como propio y pasó a sentirse, según explican los expertos, mucho mejor.

Syra Bowden, uno de los encargados en curar a Briza, nombre que le pusieron, explicó que este tipo de animales son como bebés humanos y necesitan de ese confort que le terminó brindando el oso de peluche.



La película

Grizzly Man de Werner Herzog cuenta la vida de Timothy Treadwell, un ecologista y documentalista que durante 13 veranos convivió y filmó a los osos pardos de Alaska, conocidos en inglés como Osos Grizzly y cuyo nombre biológico es Ursus arctos horribilis: horribles osos del norte.



Treadwell convivió y los filmó a los Grizzly durante más de una década. Hasta que uno de ellos lo devoró. A él y a su novia Amy.
Contada de este modo parecería una historia heroica. Pero no es así. (Sigan leyendo si ya han visto el documental, pues a continuación es posible que haya detalles importantes sobre la trama).

El documental, elq ue sin lugar a dudas es el mejor del año pasado, retrata a Treadwell como un hombre profundamente perturbado, completamente desconectado de la realidad, que prefiere vivir con los osos para no enfrentar sus demonios internos, sus complejos y contradicciones. Como el demonio de una posible homosexualidad no admitida, como él mismo sugiere en el filme.
Yo siempre hubiera querido ser gay. Hubiera sido mucho más fácil. Los gays no tienen problemas. Les basta ir a baños y paradas de camiones para tener sexo. Es mucho más fácil para ellos.
No obstante, si lo era o no, poco importa. A Herzog lo que le interesa el retrato de un ser atormentado que huye de una sociedad en la que no encaja, y que trata de sublimar sus problemas con el subterfugio de una lucha por sus ideales, en este caso, la protección de los osos pardos. La intención de Herzog es contar la vida de un hombre que pretendía conocer el lenguaje de las fieras salvajes, que creía tener el don de hacer llover a través de la oración y que dormía en su tienda, a la intemperie, abrazado a su oso de peluche. ¿Cómo en trece años nadie le detuve y le metió de cabeza en el consultorio de un psiquiatra?
Grizzly Man tampoco es un documental convencional. Al fin y al cabo, es un documental de Herzog, quien no tiene ningún problema en intervenir en la trama e, incluso, compararse con Treadwell. Salvo que Herzog difiere en la visión que Treadwell tiene de la naturaleza. Herzog no encuentra razgos de inteligencia o humanidad en los osos pardos, famosos por su ferocidad como depredadores. Herzog sabe que son maquinas de muerte, guiadas por el instinto y a los que sólo les interesan sólo dos cosas: comer y reproducirse.
Treadwell, por su lado, con su vocecita insoportable de niñato y su desquiciante sonsonete de cuánto ama a los animales (“Te amo, abejita. Te amo, Zorrito. Te amo, señor oso, los amo, los amo”), insiste en la idea antropomórfica de la naturaleza, que no es otra cosa que atribuirle a los animales caraterísticas propias de humanos. Buen ejemplo de esta tendencia es La marche de l’Empereur, filme ganador del Oscar al mejor documental en el 2006. Pero esta visión de la naturaleza le costó la vida a Treadwell y su novia, de la forma más horrenda posible.

Otra cosa que me llamó poderosamente la atención es la forma en la que están editadas las entrevistas. Herzog inicia los planos de las entrevistas mucho antes de que el entrevistado comience a hablar y corta rato después de que ha concluido. Imagino la desesperación que esto debió causarle a su editor, pues son esos tiempos muertos lo que primero eliminaría un buen editor.
No obstante, estamos hablando del editor de Herzog. En esos breves tiempos muertos vemos cómo el entrevistado entra en el personaje de “Alguien que es Entrevistado”, y comienza a comportarse como supone debería hacerlo todo el mundo que es entrevistado. De la misma manera, al final, vemos cómo vuelve a ser una persona común y corriente. Es decir, sale del personaje de “Persona que es Entrevistada”.

Quizás esta forma de montar es lo que hace que casi todos los personajes de Grizzly Man parezcan tan perturbados como Treadwell mismo. Desde el forense encargado de la autopsia, hasta su exnovia y sus amigos. De hecho, él mismo Herzog transmite cierto desequilibrio en su narración. Puede que se trate de una impresión subjetiva de quien esto escribe. Quizás yo esté tan perturbado como los personajes del filme. O acaso todos lo estemos.
Releo lo anterior y me doy cuenta de que paso por alto un detalle importante. Aunque en principio pudiera parecer una denuncia contra Treadwell, Grizzly Man es todo lo contrario. Herzog se acerca a su personaje con humanidad y, aun, con piedad. Grizzly Man es, ni más ni menos, el mejor homenaje que alguien como Treadwell se merece.

 "El hombre y el oso, cuanto más feo, más hermoso", dice un refrán español. Alude a la belleza masculina, al señalar que, en el hombre la belleza no es importante para su virilidad y atractivo. En ocasiones puede emplear este refrán un hombre poco agraciado como argumento justificativo. 

“El hombre y el oso cuanto más feo más hermoso”

Esto de pasar la mañana, como quien no quiere la cosa, bajo una sombrilla, cómodamente sentada y a la orilla del mar, da para mucho.
Observo, miro alucinada y pienso. ¡Es que no es para menos! Por delante de mis ojos desfila un abanico extenso de seres humanos, de todo hay, como en botica, y no es por criticar (que también) pero no he podido dejar de fijarme en los especímenes del sexo masculino más que en los del mío propio. Cuestión de prioridades, me temo.
Los hombres se dividen en dos categorías (en la playa): los que tienen pelo en la espalda y los que no. Y el sub-grupo pertinente: los que tienen una mujer que les depila el pelo sobrante y los que no. Bromas aparte –porque el tema es baladí y no merece más que sonrisas-, cuando veo que se acerca una pareja a mi radio de acción conecto el radar. Si son de edad parecida a la mía –es decir, con posibilidad de ser abuelos- él suele acarrear la parafernalia al uso (sombrilla y tumbonas) y ella lleva la típica bolsa de playa de la que, enseguida, saca el maldito bote de crema protectora. Le dice al susodicho que se quite la camiseta y presente armas: es decir, la espalda. Ella se afana como quien cuida de un niño pequeño y cuando termina le dice que ponga la palma de la mano donde deposita displicentemente un chorrito más de crema para que se la extienda por el pecho. Él suele mirar para otro lado y, disimuladamente, hace un pase de “ziszás” y se restriega el pegotillo sobrante en el muslo.
Pero la cosa cambia completamente si se trata de una pareja joven. Seguro –o casi- que él lleva algún tatuaje a la vista, va bien depiladito para aparecer guapetón a los ojos de ella –y de quien quiera mirar- y no se da crema porque ya se la ha dado exhaustivamente antes de salir de casa (que es lo que hay que hacer para no montar el numerito en la playa).
¿Es casualidad que los hombres de cierta edad adolezcan de ausencia de cuidados y mimos corporales mientras que los más jóvenes no tienen problema en cuidarse?  Hace años, ayer como quien dice, darse crema en la playa era cosa de mujeres. Lo más que se conseguía era, en el ámbito doméstico, que se dieran el aftershave que les echaban por Navidad… y si se daban alguna colonia era para que le dejaran en paz.
Ya ni te hablo de depilarse o afeitarse el exceso de vello que, como reminiscencia homínida, se les acumula a algunos en hombros, espalda y dorso en general. El hombre “de pelo en pecho” siempre ha tenido mucho predicamento: hombría implícita y quitárselo equivalía pues…a todo lo contrario.
De ahí a considerar que cualquier cuidado estético era superfluo y mal visto no ha habido más que un paso.
Pertenezco a una generación de mujeres que hemos tenido que aceptar aquello de que “el hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso”, aunque nosotras tuviéramos que ir con el ojo bien pintado, la manicura impoluta y el cardado en su sitio. ¡No hay derecho!
A mí me gustaría ser joven ahora –por probar más que nada- para poder tener un novio que se afeite todos los días y no solamente cada tres; un novio que se dé crema hidratante y que no te deje en carne viva allí donde deposite sus besos. Un novio que no piense que usar una antiarrugas sea cosa de debiluchos (por no decir otra cosa) y que entienda que no es de recibo que te dejen las sábanas blancas llenas de pelos, pelillos y pelazos en el ejercicio de cualquier intercambio amoroso.
¿Por qué los hombres nos refriegan su mata de pelo –mal situada- cuando nos metemos en su txokito, -ya sabéis, ese refugio que parece que es de oro y que luego huele a sobaquina- mientras que nosotras somos bien cuidadosas en ir bien depiladas? ¿Costumbres? ¿Modas? ¿Esclavitud?
En todo esto pensaba esta mañana a la orilla del mar hasta que se me ha metido un musculitos en sucinto bañador en el ojo y he tenido que ir corriendo al txiringuito de al lado a sacármelo con una cañita bien fresca. En fin.

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