viernes, 10 de abril de 2020

Lo mejor de Georges de la Tour, el pintor de la velas




Si hay un episodio controversial en el Nuevo Testamento es el de la concepción de Jesús. Para el creyente no existe problema alguno porque es un asunto de fe.

¿Acaso no le pareció raro a San José que María se quedara embarazada cuando nunca había intimado con ella? Pues no, porque había sido visitado en sueños por un ángel que le explicó todo: el Espíritu Santo, en forma de paloma, había engendrado al futuro mesías en el vientre de María, que seguía siendo virgen.
El caso es que José se hizo cargo del futuro bebé Jesús y gracias a este buen señor, Jesús pudo formar parte de la estirpe de David, como prometían las profecías, ya que José era descendiente de David. Además así pudo salvar el pescuezo a su esposa, ya que el adulterio implicaba que la pobre fuese apedreada según lo dispuesto en la Torá.
En cualquier caso este santo despertó las simpatías de toda clase de gente, desde padres de familia (putativo o no) a obreros, que lo consideraron su patrono.
Georges de la Tour también sintió alguna conexión con el santo y lo representa recibiendo las noticias exactamente que como se cuenta en la Biblia: mientras dormía. El ángel lo visita en sueños y le cuenta la extraña noticia. Un ángel, por cierto, bastante no-ángel, sin alitas murillescas, ricitos querubínicos, ni florituras empalagosas.
Por supuesto, en toda obra de este barroco francés no puede faltar una fuente de luz, en la mayoría de los casos una vela, que aquí el maestro tiene la audacia de tapar completamente, para que paradójicamente reciba todavía más protagonismo.















¿Quién inventó las velas?

Fueron inventados entre los siglos XIII y XIV a.C. por los egipcios, pero las hacían con un material que ni te imaginas: ramas embarradas con sebo de bueyes o corderos.
Pero las velas tal y como las conocemos ahora comenzaron a fabricarse en la Edad Media, con sebo y cera de abeja. Éstos fueron los únicos materiales que se utilizaron, hasta que en el siglo XVIII empezó a emplearse esperma de ballena. Con él podían hacerse velas más luminosas y sin olor desagradable.
Fue hasta 1850, a partir del descubrimiento del petróleo, cuando comenzaron a fabricarse con parafina. Ahora la mayoría de las velas están hechas con este tipo de cera.


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