Quienes pretendemos hacer realismo y trabajamos con pigmentos muchas veces caemos en ciertas obsesiones. Cuando ponemos los colores (óleo, acrílico, látex, etc.) sobre un soporte (tela, madera, papel) queremos lograr superficies tan pulcras y lisas que no aceptamos que no hay sólo un tipo de realismo, si no que muchos.
Por Rubén Reveco, licenciado en Artes Plásticas
Casi ningún artista renuncia a imitar a los grandes maestros del arte
clásico y académico. Teniendo como libro de cabecera a “El tratado de la
Pintura”, de Leonardo de Vinci, que nos dice que pintar bien un rostro o
un cuerpo desnudo pasa necesariamente por lograr un acabado impecable,
con bordes esfumados y una gama cromática acorde al tema.
Ahora bien, Mary Beth Mckenzie no se preocupa de esos detalles, y sin embargo, logra obras perfectas. Se ha dicho y escrito mucho que es una artista “extraordinariamente
introvertida, una mujer que ha sabido reflejar en sus figuras,
semblantes, en la ausencia de movimientos y en sus colores fríos la
incomunicación, la dificultad a la hora de encontrar las palabras que
nos saquen de nuestro mundo de terrores, de dolores y de soledad hacia
el otro; siendo así que ni en los retratos amatorios las figuras tiendan
a unirse corporalmente: siempre una frialdad de hielo parece acabar
brutalmente con los sentimientos”.
No me parece. La verdad es que nada de eso interesa mucho. No veo en
ella a una pintora expresionista. Es cierto que sus figuras no sonríen,
están serias. Pero eso es muy común en la historia de la pintura. Son
contados los retratos que ríen, un poco más los que sonríen. ¿Y por qué
este reparo en mostrar los dientes? Simplemente porque la odontología
casi siempre estuvo en pañales; sólo a partir del siglo XX el hombre se
pudo reir a carcajadas, sin sentirse inhibido.
En la obra de Mary Beth Mckenzie hay influencia de pintores como Edgar Degas y Henri de Toulouse-Lautrec.
Me interesante más la forma que el contenido en la obra de Mckenzie. Sus
pinturas dibujadas o sus dibujos pintados son frescas expresiones de
belleza. Sabe dibujar, conoce muy bien su oficio y logra acabados sin
pretensiones fotográficas. Un cuerpo es un cuerpo y se puede resolver
con manchas, veladuras y líneas. Y así, también es hermoso.
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