viernes, 6 de septiembre de 2019

Las torres de Pieter Brueghel

La Torre de Babel (1563) - Panel de aceite en roble, 114 x 155 cm. - Museo Kunsthistorisches, Viena
Brueghel ha colocado el sitio de construcción en un paisaje costero; el holandeses adquirió una proporción considerable de su riqueza de las actividades marítimas. La Torre también está situada cerca de un río, ya que estaba a lo largo de las vías navegables, y no a través de las carreteras de los países sin pavimentar, que los bienes a granel fueron transportados en esos días.

La Torre de Babel, la Creación de Adán y Eva, el Diluvio Universal y la destrucción de Sodoma son las cuatro leyendas más populares que relata el libro del Génesis. Todas recreadas muchas veces por los pintores durante 2000 años.
Existen muchas Torres de Babel, pero ninguna como la de Pieter Brueghel, el Viejo, actualmente localizada en el museo de historia del arte Kunsthistorisches, en Viena, Austria. Se trata de un óleo sobre madera de roble con unas dimensiones de 114 centímetros de alto y 154 de ancho. Fue ejecutada en 1563.

Su tema es la construcción de la torre de Babel, que, según la Biblia, fue una torre construida por la humanidad para alcanzar el cielo. Según el Génesis, Yahvé confundió la lengua de los hombres, lo que los llevó a dejar la torre inacabada y a que se marcharan en todas direcciones.​
Es un tema que ya había sido tratado con anterioridad, desde los libros iluminados del siglo VI. Se retoma en el siglo XVI como símbolo del orgullo humano,​ advirtiendo de sus peligros, así como del fracaso de la racionalidad clásica frente a lo divino.
El centro del cuadro lo domina la torre a medio construir, dentro de un amplio paisaje panorámico. El pintor adopta un punto de vista muy alto. En la parte superior de la torre, la presencia de una nube simboliza la pretensión de que querían alcanzar con ella el cielo.
La descripción de la arquitectura de la torre por Brueghel, con sus numerosos arcos y otros ejemplos de ingeniería romana, hace pensar de manera deliberada en el Coliseo,​ que representaba para los cristianos de la época el símbolo de la desmesura y de la persecución. De la arquitectura de la Antigua Roma parece también provenir la mampostería de ladrillo, recubierta en el exterior por muros de sillería.
Es interesante constatar que la pintura de Brueghel parece atribuir el fracaso de la construcción a problemas de ingeniería estructural más que a diferencias lingüísticas de origen divino. Aunque a primera vista la torre parece constituida por una serie de cilindros concéntricos, un examen más atento demuestra la evidencia de que algún piso no reposa sobre una verdadera horizontal; la torre está más bien construida como una espiral ascendente. Los arcos son, sin embargo, construidos perpendicularmente al suelo inclinado, lo que los hace inestables; algunos ya se aplastaron. Más inquietante puede ser el hecho de que los cimientos y los pisos inferiores de la torre aún no están acabados, mientras que las capas superiores ya están construidas.
La torres de Brueghel han marcado similitudes con el coliseo y otros monumentos romanos, que el artista habría visto durante su estancia en Italia diez años antes. El paralelo de Roma y Babilonia tuvo una importancia particular para los contemporáneos de Brueghel. Roma fue la ciudad eterna, destinada a durar para siempre, y su decadencia y ruina fueron tomadas para simbolizar la vanidad y la fugacidad de los esfuerzos terrenales.

La frenética actividad de los ingenieros, albañiles y obreros apunta a una segunda moral: la inutilidad de mucho esfuerzo humano. El conocimiento de Brueghel sobre los procedimientos y técnicas de construcción es considerable y correcto en detalle. La habilidad con la que ha mostrado estas actividades recuerda que su última comisión, que quedó inconclusa después de su muerte, fue para una serie de pinturas documentales que registran la excavación de un canal que une Bruselas y Amberes.


Brueghel ha colocado el sitio de construcción en un paisaje costero; el holandeses adquirió una proporción considerable de su riqueza de las actividades marítimas. La Torre también está situada cerca de un río, ya que estaba a lo largo de las vías navegables, y no a través de las carreteras de los países sin pavimentar, que los bienes a granel fueron transportados en esos días.

La torre adquiere proporciones gigantescas respecto a cualquier dimensión humana y la acción se desarrolla no en un tiempo remoto sino en época del artista donde un sinfín de detalles realistas dan buena cuenta de ello: grúas capaces de soportar el peso de grandes piedras, contrafuertes tomados de las catedrales góticas, barracas para cada gremio de trabajadores…

En los siglos XVI y XVII, la representación de la torre de Babel se convirtió en una auténtica moda: no sólo por los paralelismos que ofrecían la transformación de Amberes en una metrópoli internacional y el desmembramiento de la cristiandad a causa de la Reforma; sino más bien por el atractivo que suponía pintar un edificio bíblico tan famoso como si estuviera en algún lugar de Europa occidental, por ejemplo el puerto de Holanda.

Ese interés por la realidad era relativamente nuevo en el siglo XVI y divergía considerablemente de la visión cristiana del mundo dominante hasta entonces. A pesar de su “laicización”, el tema conservó el mensaje moral y Brueghel lo pone de manifiesto a través de motivos inusuales. 

Todo lo que sus contemporáneos veían en el cuadro lo conocían del entorno holandés con dos excepciones: que la torre se elevara por encima de las nubes y el obrero que se postra ante el rey siguiendo una costumbre oriental. A diferencia de otros motivos del mismo (el paisaje, la costa, los barcos, la ciudad, los obreros o las técnicas de construcción), estos dos hacen alusión al orgullo, la arrogancia y el delirio de grandeza de los poderosos.
 En aquella época los trabajadores peor pagados eran los peones de transporte de material. Los picapedreros se encontraban en lo más alto de la jerarquía y Brueghel los representa en el primer plano del cuadro. El rey Nemrod, nieto de Noé y primer gran soberano de la historia de la humanidad, habría de ordenar la construcción de la torre; Brueghel lo representa con el cetro y la corona, los picapedreros se arrodillan ante él. Uno de ellos incluso se postra con las dos rodillas en el suelo, cosa inusual en el siglo XVI por lo menos fuera de la Iglesia. Quien debía entregar algo a los reyes españoles Carlos V o Felipe II de la casa de los Hasburgo, tenía que arrodillarse sólo con una pierna. Brueghel representa aquí un ritual oriental.

Toda la Tierra tenía una misma lengua y usaba las mismas palabras. Los hombres en su emigración hacia oriente hallaron una llanura en la región de Senaar se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: «Ea, hagamos ladrillos y cozámoslos al fuego». Se sirvieron de los ladrillos en lugar de piedras y de betún en lugar de argamasa. Luego dijeron: «Ea, edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo. Hagámonos así famosos y no estemos más dispersos sobre la faz de la Tierra»
Mas Yaveh descendió para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban levantando y dijo: «He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua, siendo este el principio de sus empresas. Nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros». Así, Yahveh los dispersó de allí sobre toda la faz de la Tierra y cesaron en la construcción de la ciudad. Por ello se la llamó Babel, porque allí confundió Yahveh la lengua de todos los habitantes de la Tierra y los dispersó por toda la superficie. (Génesis XI, 1-9)

La bíblica torre de Babel fue en realidad un zigurat, templo babilónico escalonado. En concreto, se identifica con el zigurat del templo de Marduk, en Babilonia. Cuando se levantó el minarete de la aljama de Samarra se hizo con la mirada puesta en las ruinas del zigurat de Marduk. 

Lo curioso del asunto es que cuando Brueghel "el viejo" quiso representar la torre de Babel lo hizo con un diseño que parece una perfecta síntesis de ambas construcciones, zigurat y minarete, pues de uno conserva la solidez de los niveles superpuestos, mientras que del otro adopta el cuerpo cónico rodeado de la rampa ascendente en forma de hélice, y todo ello vestido con la apariencia arquitectónica del Coliseo romano.

"Este tipo de monumento fue adoptado por los pintores flamencos: Gérard Horembout (Breviario Grimani), Pieter Brueghel, Valkenborch. El célebre cuadro de Pieter Brueghel el Viejo (1563) que hay en el museo de Viena, presenta unos detalles iconográficos interesantes: la torre en construcción se eleva a orillas de un ancho río y aunque no haya alcanzado más que siete pisos de altura, se inclina, a la manera de la torre de Pisa, como si estuviera a punto de caer. 

Brueghel, que había estado en Italia, concibió la torre de Babel como una torre colosal e inclinada. Para indicar la confusión de lenguas, los constructores están señalándose la boca con el dedo, para decirnos que ésta ya no les permite hacerse comprender.



El pintor ha dado a la cuenta bíblica muchas características contemporáneas, entre ellas un panorama de una ciudad medieval.





Las lenguas



¿Es la diversidad idiomática una ventaja o un inconveniente?
No sé si alguna vez existió una sola lengua. Quizás el punto de partida de todas las lenguas y que permitió su rápida diversificación, fue el hecho que la primera lengua estaba en sus inicios y no se había consolidado como tal y, posteriormente, sometida a fuerzas centrífugas, se transformó en cientos o miles de lenguas, que se diferenciaban siempre más.
Los fenómenos, cualesquiera que sean, tienen la cualidad de aparecer simultáneamente en diferencies espacios, replicándose y distinguiéndose a la vez. La escritura llegó mucho más tarde y formalizó el uso del lenguaje con reglas y convenciones más estables y duraderas: Facere del latín se convierte en hacer, faire, fazer, y fare en las principales lenguas romances. Y del latín surgieron el español, francés, portugués e italiano (entre muchos otros dialectos o lenguas menores). No sé si la existencia de tantos idiomas sea una barrera que nos separa. Puede ser que sea así, pero prefiero pensar que la lengua es un espacio que habitamos y el hecho que existan una variedad de espacios separados y a la vez interconectados, nos enriquece y hace más grande a la humanidad en el sentido que las lenguas son vivas y se adaptan a nuestras exigencias constantemente y una de estas tantas exigencias es la diversificación, es decir el poder reconocerse como parte de una comunidad, distinta de otras comunidades.
Si existiera una sola lengua, su peso sería mayor y no podríamos adaptarla a nuestras necesidades con la misma facilidad y si pensamos en esto, descubrimos otro aspecto interesante y es que cada uno de nosotros a pesar de poder comunicarse con otras personas, tiene su propia lengua y usa las palabras en manera personal. Más aún, nuestra percepción del mundo, cosas, colores, gustos o aromas es diferente de persona a persona.
La experiencia del rojo o del amarillo limón, nos hace creer, que por el solo hecho de llamarlo rojo y distinguirlo en relación al verde, al blanco o al negro sea igual para todos, pero esto no es más que una absurda ilusión. Pienso que la lengua como espacio tiene dos dimensiones que se tocan pero que no son idénticas: el lado formal y externo de la comunicación y el lado interno de la percepción y la imaginación. Si reconocemos que es así, que las lenguas son solamente un vehículo de significados que exigen una redefinición de situación en situación, no tendríamos problemas en aceptar una diversidad enorme entre ellas, porque aunque ésta fuese una sola, existirá siempre en tantas versiones paralelas, como las realidades subjetivas de cada una de las personas que la habla.
La lengua es un contenedor de significados que tenemos que hacer nuestro en cada conversación y el contenido del lenguaje, una vez entendido, es un acto personal que nos distingue dentro de un mismo universo lingüístico, dando lugar a una infinidad de fenómenos, que llamamos: incomprensión. Mientras más grande es la comunidad de «parlantes», mayor es la distancia entre los interlocutores y menos instrumentos tenemos para superar estos impases y malentendidos sin hacer uso de la violencia o imposición. Porque comunicar es hacer común y desgraciadamente también poder y control. Por otro lado, todo concepto internalizado es una llave y al mismo tiempo una prisión.
Brueghel pintó este tema por lo menos tres veces; todavía poseemos dos de las obras. La Torre "grande" cuelga en Viena, la torre "pequeña" En Rotterdam. 1563, óleo sobre tabla, 60 cm x 74,5 cm.


Brueghel ejecutó también dos obras más en referencia a este tema, de las que se conservan solamente una. La segunda torre quizá no sea tan bella como su hermana mayor, cuya visión nos recordará por siempre que la ambición desmedida acaba fracasando.




Las pinturas de Brueghel parecen atribuir el fracaso final de la torre a las dificultades de ingeniería en lugar de las diferencias lingüísticas repentinas, divinamente causadas. Aunque a primera vista la torre parece ser una serie estable de pilares concéntricos, sobre un examen más cercano es evidente que ninguna de las capas se encuentra en una verdadera horizontal; más bien, la torre se construye como una espiral ascendente. Sin embargo, los trabajadores de la pintura han construido los arcos perpendicular a la tierra inclinada, por lo que los hacen inestables, y algunos arcos ya se pueden ver desmoronarse. Más preocupante tal vez es el hecho de que la fundación y las capas de fondo de la torre no se habían completado antes de que se construyeron las capas más altas.


Otra versión, más pequeña, atribuida también a Brueghel.





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